Las condiciones del Hospital Dr. Jesús Yerena, hospital psiquiátrico de Caracas conocido como Lídice, son paupérrimas: los cuartos están totalmente oscuros porque no hay bombillos ni sócate, los baños huelen mal, no tienen agua directa y mucho menos constante, la mayoría de las camas no tienen colchones y la única ambulancia dejó de funcionar hace mucho años por falta de un tornillo.
Los pacientes psiquiátricos son los más olvidados por el Estado venezolano; tanto así que Peter Contreras, trabajador con 36 años de servicio en este centro de salud, recuerda que una vez las autoridades nacionales quisieron cerrar las instalaciones. Dice que, en la actualidad, se mantienen a punta de donativos de las ONG y afirma que operan a 20% o 30% de la capacidad con las dádivas que reciben. “Este es el único hospital que está sometido a racionamiento eléctrico y no tiene planta”, revela el trabajador sanitario.
Contreras también asegura que en vez de mejorar las condiciones, este hospital ha sufrido el cierre de varios servicios: área de alcoholismo, farmacodependientes, hospitalización, emergencia, servicio para adolescentes y psiquiatría infantil.
A juicio del trabajador de Lídice, uno de los servicios más importantes era el de adolescentes “porque esos niños venían con problemas de conductas y eran estabilizados y salían con excelentes condiciones”, afirma.
Peter Contreras recuerda con nostalgia que los especialistas del hospital atendían con esmero a los pacientes y a sus familiares para atender la salud psiquiátrica; la cual dice que es importante manejar en medio de las situaciones actuales del país, no solo por la pandemia del coronavirus, sino por la crisis compleja que vive Venezuela y que afecta a todas las personas.
A juicio de Contreras, el mandatario Nicolás Maduro es el responsable de la situación de los hospitales venezolanos porque considera que está al tanto de las condiciones precarias, pero no hace nada para mejorarlas.